jueves, 2 de mayo de 2013

LA FOSA



En aquel lugar que él llama existencia hay una fosa que es desmesuradamente profunda… recóndita. Él no sabe de dónde salió la maldita fosa y mucho menos sabe cómo fue que terminó habitándola. La fosa de cuando en cuando se llena de agua. Los días que flota en el agua se entretiene y reposa. Además, aunque sea por un rato logra saciar la sed que lo atormenta. Los días que no tiene agua, que son casi todos, la fosa tiene sereno y rocío… son los peores días. La humedad del sereno y el rocío atraen todo tipo de gusanos, lombrices y escarabajos. Insectos que él no logra evitar por más que lo intenta. Parecería que los insectos han descifrado como jugar el juego tenebroso de la fosa recién humedecida. Él cree entender y hasta avasallar a los insectos. Pero los insectos siempre llegan aventajados. Los gusanos lucran su apariencia. Las lombrices, curveadas y viles, tragan su esencia. Los escarabajos se regocijan en sus restos.

Cuando por primera vez se vio en la fosa pensó que era temporera su estadía. Incluso, llegó a disfrutar las visitas iniciales…inusuales… de los insectos en días de húmedo rocío. Pero la humedad ha logrado infiltrar lentamente lo más profundo de su adjetivo. Ya no sabe cómo conjugar su propia existencia. Extraña el calor y el sol. Los días secos le parece una lejana utopía… “Pero la vida en la fosa ha de ser transitoria.” Piensa mientras se esconde de alguna lombriz que se desliza entre las paredes de la fosa.

No hay quien viva una vida dentro de la cárcava sepultada y escondida.
 
Él es feliz… Pero de pronto recuerda que sigue habitando la fosa y la felicidad se disipa como sus restos en manos de un escarabajo.          

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