He
decidido tener maldad en el corazón. No como reflejo desleal a la vida, sino
como afrenta a la bondad. Me enerva la inquietud del aguardo.
Solo vive armado de sutileza quien nunca ha
pavimentado una senda hacia el tártaro griego.
Juro
desde mi entraña más furtiva que, aunque padezca de anemia moral, solo me verás
estoico tras la muerte. Incluso entonces, pensaré dos veces antes de darte el goce
de la indiferencia.
Tengo
coraje y no es de valentía.
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