sábado, 25 de agosto de 2012

El Artesano del Derecho Justo


Hace algún tiempo discutía con uno de esos amigos con los que uno juega a ser jurista de chinchorro sobre como conceptualizamos el Derecho. En la discusión me cuenta mi amigo que su visión de lo que es la abogacía cambió cuando escuchó a una colega decir la frase “no seamos mercaderes del derecho sino artesanos de la justicia”.  Desde entonces mi colega jurista de chinchorro ve al abogado como un artesano de la justicia. Inevitablemente pasamos toda aquella noche discutiendo la bendita frase.
Luego de haber tenido un par de meses para reflexionar sobre el tema, quiero proponerle a mi amigo un pequeño cambio a la frase.
En esencia estoy muy de acuerdo con que el abogado no debe, ni puede ser, un mercader del derecho. Yo no estoy muy seguro si el Tribunal Supremo piensa como yo. Después de todo ya nos enseñaron en ética que “[e]n la práctica del comercio es aceptable que la mercancía se exhiba en vitrinas y escaparates. En la práctica de la abogacía la mercancía de que se dispone es el talento, el conocimiento del Derecho y las destrezas del abogado, mercancía que se anuncia por sí sola a través de la reputación bien ganada.”  In re Valentín González, 115 D.P.R. 68 (1984)  Aun cuando todos estudiamos Derecho para ganar dinero, tiene que existir una sensibilidad inherente a la práctica profesional jurídica que sobrepase el interés de vender nuestro conocimiento como mercancía, no importa si el Supremo dice que nuestro talento es mercancía.
La figura del artesano me parece un símil genial para ilustrar lo que debe ser un abogado. Un artesano es aquella persona que utilizando solo su creatividad e instrumentos crea arte de algún material rústico. Así por ejemplo puede tallar un santo de madera de un pedazo de tronco o puede convertir barro en un hermoso envase.
El abogado, al igual que el artesano, tiene que usar su creatividad y sus herramientas para producir resultados. En nuestro caso, las herramientas son la tinta, las palabras y el conocimiento. Siguiendo la analogía, parecería que para los abogados el tronco a ser tallado son las Leyes. Es aquí donde no comparto del todo la visión de mi amigo. Y es que de ordinario peco de ser positivista. Entiendo que debe existir un ordenamiento jurídico confiable y predecible que garantice la estabilidad social. No se puede cambiar toda Ley en nombre de ser un artesano de la justicia. Desde mi perspectiva, el ordenamiento jurídico solo debe alterarse cuando este tienda a producir resultados injustos o inadecuados para las realidades sociales. En ese sentido, no creo que el abogado deba ser un artesano de la justicia, sino un artesano del derecho justo. Como abogados debemos usar nuestras herramientas para aplicar las normas jurídicas imperantes y solo debemos tallar las Leyes cuando estas produzcan resultados socialmente injustos.
Así que le propongo al colega jurista de chinchorro que no seamos mercaderes del derecho sino artesanos del derecho justo.
Lo complejo del caso es aquello de la relatividad de la justicia, pero eso es tema para otra discusión.

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