martes, 27 de agosto de 2013

El Siemprevivo


Supe una vez una historia que nunca conté y que si te das cuenta en realidad no la estoy contando ahora. Puede que se trate más bien de una mera adjetivación del carácter de un personaje que puede ser o no real o ficticio. Lo cierto es que no se trata, ni se ha tratado nunca, del cueto que me presto a no contar.

Hubo un momento en que comprendí la virtud que entretiene el fin del Siemprevivo. Era la de un hombre que nunca supo, o no quiso saber, lo que es estar en un estado de indefensión sin sentir júbilo al hacerlo. Era un estado de euforia constante. El sufrimiento y la angustia nunca lo acompañaron; y si lo hicieron, el Siemprevivo nunca dejó que nadie lo supiera. Realmente pienso que el Siemprevivo posee el don de la juventud eterna de las emociones, que es igual a la vida que da muerte a todo lo que tiene a su alrededor que en su condición no existe. No existe alrededor para el Siemprevivo.  

El día en que murió el Siemprevivo… no sé lo que pasó pues el Siemprevivo sobrevivió toda su ascendencia y su estirpe.  

El Siemprevivo será siempre un vivo ante la muerte.        

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